El cuerpo del ser humano depende, para su funcionamiento,
de recibir energía a través de un sistema energético propio que realiza las funciones de canalización, transformación, filtrado
y distribución de energías. Dicho sistema se encuentra conformado por fuentes denominadas chakras, de los cuales habitualmente
se habla de tan sólo siete. En realidad, esos siete chakras son considerados como los principales o superiores, pero existen
muchos más. La totalidad de ellos supera el número de 400, y por lo general se
los considera menores, y en muchos casos se los desconoce, sin embargo son también necesarios e importantes principalmente
en el sistema de distribución de energía.
Para realizar un buen diagnóstico es esencial la medición y chequeo de los centros o chakras de acumulación, que son
aquellos donde confluyen los encadenamientos energéticos menores y que actúan como tanques abastecedores o de acumulación
energética, y en ocasiones proveen energía extra a los centros principales o trabajan procesando como filtros o catalizadores
de energías de menor magnitud, las cuales resultan muy importantes y necesarias.
Por esta razón, el método de medición, que utiliza nuestro equipo de trabajo, se basa en el estudio particular de unos
30 chakras, con el cual elaboramos un patrón o esquema dinámico del movimiento
energético particular del paciente que nos permite “observarlo” con mucho más detalle que con el sistema simplificado
y establecer cuales serán los mejores complementos naturales para restaurar el óptimo funcionamiento vibracional.
No por pequeños o dificultosos para ubicar deben ser
desdeñados o pasados por alto, su influencia es importantísima para determinar la solución a muchos procesos energéticos que
fallan y que nos hacen fallar como seres humanos en los más diversos aspectos de nuestra vida y nunca sabemos porqué.
Aunque sea muy habitual, hoy en día, a vivir dentro de
un mundo sistematizado en el cual los análisis y diagnósticos reflejan valores numéricos, la gran mayoría de los profesionales
tan sólo se dedican a interpretar estos valores según las tablas que una vez aprendieron. Y son muy pocos, aquellos que, verdaderamente
se interesan en “escuchar”, “ver”, “sentir” al paciente que tienen delante y evaluar de
un modo diferente, más amplio, más completo, y ¿por qué no? mucho más intuitivo todas aquellas señales que se describen, parecen
absurdas, se minimizan o se descartan. Síntomas tales como: malestares sin causa o razón aparente; errores de pensamiento,
de cálculo, de movimiento; bloqueos emocionales, de sensibilidad o afecto; falta de deseo, en cualquier área de la personalidad;
elección errónea en la toma de decisiones importantes; inconvenientes con las relaciones sentimentales, y muchas otras perturbaciones,
pueden ser causa de desajustes energéticos.
Es por ello que, más allá de encontrar cual es la perturbación
en el plano energético que hay que “reparar”, también resulta absolutamente necesario localizar el origen que
lo provoca. Es decir, hay que establecer si es debido a factores propios e interiores del individuo, si tiene raíz en los
sitios que habita o concurre, si es producido por incompatibilidad con la energía de terceros, o si resulta como producto
de algo provocado (comúnmente denominado “trabajo”).
A nivel práctico todos los procesos desencadenantes,
también llamados negativos, son reversibles, la dificultad depende del tiempo o antigüedad que lleven actuando y del tiempo
que se disponga para neutralizarlos.
Sin embargo, una consulta especializada realizada a tiempo puede marcar diferencias significativas
en cómo se vive hoy y mejorar su vida a futuro, evitar daños mayores y comenzar a disfrutar aspectos que tal vez nunca contempló.
Vivir mejor
es posible. Atrévase a intentarlo, seguramente se sorprenderá.